jueves, 8 de enero de 2009

EL SAN LUNES DE GUILLERMO PRIETO




- En un día como hoy, en la ciudad de México, nace el ilustre poeta, periodista, dramaturgo e historiador mexicano Guillermo Prieto, a quien se atribuye la frase: "¡Alto, los valientes no asesinan!", pronunciada en defensa del presidente Benito Juárez. Muere el 2 de marzo. 1897.


GUILLERMO PRIETO


Voy a hablarles de un periodista honrado que lo fue todo: poeta, orador, maestro universitario, político, ministro de hacienda, parlamentario pero, sobre todo, ¡héroe!, un gran patriota.

Voy a reproducir la grandilocuente forma en que lo describan sus contemporáneos con el peculiar lenguaje adornado de una retórica churrigueresca, propio de aquella época, a finales del Siglo XIX:

Así: Guillermo Prieto domina la tribuna y es un grande orador popular. Su voz es sonora, conmovedora y simpática; arde en su alma el entusiasmo; su estilo es rico, florido, pintoresco y revela el instinto del ritmo armonioso; en su prosa se descubre la esencia de la poesía, a la que sólo falta su forma esencial, el verso; usa de esas espléndidas metáforas que son para el orador lo que es para el pintor el colorido y derrama a torrentes, en un lenguaje elegante y figurado, pensamientos elevados y siempre felices comparaciones; cautiva y a veces subyuga; un tropel de ideas asalta su imaginación ardiente y exuberante, las inicia, las mezcla en un vertiginoso poliorama y deja adivinar más de lo que dice; es todo inspiración, efusión y espontaneidad, y por esto es un improvisador brillante, arrebatador, eminente: no ha consultado tal vez el Diálogo del Orador Romano ni el tratado de Quintiliano; desdeña los preceptos de la retórica clásica pero obtiene resultado de la elocuencia -- atrae y convence-- "pectus est quod disertos facit"; no obedece siempre a las leyes inflexibles de la lógica, pero tiene arranques de inspiración, de exaltación, de energía viril y de patriotismo que recuerdan a Demóstenes armando a los atenienses contra Felipe, a Cicerón anonadando a Verrés, a Pedro el Ermitaño y a San Cristianos a la defensa de los santos lugares; a Mirabeau salvando a Francia de una ignominiosa bancarrota.

Sí, así--o en forma parecida-- lo ponía un escritor contemporáneo de Guillermo Prieto.

Escuchen ahora al poeta, y veremos en términos extraños la concepción que tenían de Fidel como autor de versos:

"Estarán pendientes de sus labios de oro; la poesía es en él instintiva; en la oda se encumbra hasta las alturas excelsas del heroísmo y de la sublimidad; en el romance es tierno, soñador, apasionado; lagrimoso y sentimental en la elegía; ligero y risueño en el alegro ditirambo; es a un tiempo nuestro Píndaro, nuestro Cátulo y nuestro Anacreonte, es el poeta del corazón como Metastasio, es dulce como Millevoye, extravagante como Ercilla, jocoso como Melèndez Valdés, e improvisa como Silvio Antoniano; es, en fin, el primero de nuestros poetas líricos."


De esa peculiar y admirativa manera se expresaba allá por mayo de 1873 el conocido escritor Alfredo Bablot, en un "retrato parlamentario" que insertara en un periódico de la época. Y de la época es ese estilo conceptuoso y lleno de citas y de nombres conque se halla trazada la figura inolvidable del "Romancero", cuyos "San Lunes" se publicaron por primera vez en forma de libro debido a la iniciativa del laborioso historiador Nicolás Rangel, en 1923.


Cuando en marzo de 1897, se enlutaron las letras patrias al extinguirse para siempre la meritísima existencia de "Fidel", la voz de un reputado pendolista dijo lo siguiente:

"Acaba de apartarse de nuestro lado una de las figuras más genuinamente nacionales, una personalidad distinguida que viene a compendiar el carácter, el espíritu, el modo de ser de toda una época. Con Guillermo Prieto desaparece, en efecto, un pedazo de vida nacional, esa vida que, con sus vicios y sus virtudes, sus tristezas y sus glorias, sus entusiasmos y sus depresiones, ha animado y resumido la típica leyenda patria.

¿Quién no conoce en la república la historia de esta existencia? ¿Quién ignora los títulos que amparaban a Guillermo Prieto para ocupar un lugar predilecto en el corazón de los mexicanos? Rodeaba al ilustre anciano una como aureola formada por la gratitud y el cariño popular: Iba él de este modo protegido, a semejanza del héroe de Horacio, por una triple coraza de afectos, que la muerte ha, por fin, hecho pedazos".

A Guillermo Prieto, también se le llamó el "Tirteo de la Reforma y de la Intervención". Luego les digo lo que querían decir con eso de "Tirteo".

Nació en la ciudad de México el 10 de febrero de 1818. Contaba al morir 79 años, cargados de laureles.

No hay sino hojear su libro "Memorias de mis Tiempos" para darse cuenta exacta de lo que fue la vida de este excelso hombre público que, formado por su propio esfuerzo, llegó desde la desmembrada mesa de escribientillo de la aduana,

Hasta los escaños de los ministerios y tuvo la honra de defender la libertad de su patria, no sólo con la pluma, sino con la voz más inspirada que ha resonado en nuestra historia en los momentos en que parecía naufragar el espíritu público ahogado por la traición y por la perfidia.

Guillermo Prieto era, según sus contemporáneos, una historia viviente. Como reunía a un gran talento un enorme gracejo y una frescura espiritual que nunca lo abandonaron, daba placer escuchar de sus labios las mil y una aventuras en que se había visto envuelto y la gente se relamía de gusto, oyendo cómo refería sus dimes y diretes con los habitantes de los barrios, sus conflictos durante las incontables revoluciones de que había sido testigo, o se conmovía cuando relataba los instantes tremendos de la peregrinación con Juárez por el desierto, en el grupo de "inmaculados" a que él pertenecía.

Bello tituló este último y muy justo en Guillermo Prieto, puesto que habiendo sido ministro de hacienda cuando se desamortizaron los bienes del clero, y tocándole a él, según la ley, el cinco por ciento de la operación, tuvo el orgullo de renunciar a ese beneficio "sacrificándolo todo, según él mismo lo refería, a un reputación sin mancha."



A continuación el trabajo de recopilación de un alumno mío, de la UAM:


Guillermo Prieto nació en Tacubaya, Distrito Federal, el 10 de febrero de 1818. Su niñez transcurre por el rumbo del Molino del Rey junto al histórico Castillo de Chapultepec.

Huérfano de padre a los 13 años de edad y con su madre tan enferma que se volvió loca, trabajó como dependiente en una tienda de ropa y luego como meritorio en la aduana, bajo la protección de don Andrés Quintana Roo. Pudo así ingresar al Colegio de San Juan de Letrán y posteriormente al lado de Manuel Toussaint Ferrer y los hermanos José María y Juan Lacunza, participó en la fundación de la Academia de Letrán, en 1836, dirigida por Quintana Roo, "a la que debe -según sus propias palabras- la tendencia a mexicanizar la literatura".

Fue secretario Particular de Valentín Gómez Farías y Anastasio Bustamante, sucesivamente. Comenzó su carrera de periodista en El Siglo XX, como crítico teatral, publicando los "San Lunes" de Fidel, colaboró también en el Monitor Republicano. En 1845 fundó, con Ignacio Ramírez el periódico satírico Don Simplicio.

Afiliado desde muy joven al Partido Liberal, defendió sus ideas en la prensa y en su poesía. Fue ministro de Hacienda --"cuidaba el pan del pobre"-- en el gabinete del general Mariano Arista (14 de septiembre de 1852 al 5 de enero de 1853). Se adhirió al Plan de Ayutla, proclamado el primero de marzo de 1854, por cuyo motivo sufrió destierro en Cadereyta, Guanajuato.

Posteriormente volvió a desempeñar la cartera de Hacienda --"limpiaba el tesoro de sombras y mamotretos"--, en el gobierno de Juan Álvarez (6 de octubre al 6 de diciembre de 1855). Fue diputado 15 veces durante 20 periodos del Congreso de la Unión, y participó, representando a Puebla, en el Congreso Constituyente de 1856-1857. Por tercera vez al frente del Ministerio de Hacienda --(21 de enero de 1858 al 2 de enero de 1859)--, acompañó al presidente Don Benito Juárez en su huida, después del pronunciamiento del general Félix Zuloaga.

En Guadalajara don Guillermo Prieto salvó la vida del presidente Juárez, interponiéndose entre él y los fusiles de la guardia sublevada. Compuso el himno satírico de los ejércitos liberales: Los cangrejos, a cuyo ritmo entraron las tropas de Jesús González Ortega a la ciudad de México en enero de 1861.



Cuando Juárez inició la restauración de la República, don Guillermo Prieto fue nombrado por cuarta ocasión ministro de Hacienda. Con esta responsabilidad se entregó a la difícil tarea de llevar a cabo la Reforma, y así lo hizo al publicar el decreto del 5 de febrero de 1861, que decía que los bienes eclesiásticos eran y habían sido siempre del dominio de la nación, y en consecuencia resultaban nulos los contratos y negocios celebrados por el clero sin el consentimiento y la aprobación del gobierno constitucional. Fue más tarde ministro de Relaciones Exteriores en el gabinete de José María Iglesias.



Sus obras poéticas más importantes son Musa Callejera y Romancero Nacional. Su pasión política se pone de manifiesto en las crónicas costumbristas Memorias de mis Tiempos, obra que abarca de 1828 a 1853. (http://www.mexicodesconocido.com.mx/notas/4241-Guillermo-Prieto)

El 2 de marzo de 1897, muere en la ciudad de México el prócer de la reforma y poeta del pueblo, don Guillermo Prieto Pradillo. A los 79 años, don Guillermo Prieto enferma de una lesión cardiaca y tuvo que trasladarse a Cuernavaca para cuidar su salud. Regresó a la ciudad de México a raíz del fallecimiento de su hijo Guillermo, pero se agravó su enfermedad y murió la mañana del 2 de marzo de 1897, acompañado por sus hijos queridos y amigos más cercanos,


OBRA LITERARIA


Cuando en 1890 el periódico La República convocó a un concurso para determinar quien era el poeta más popular del momento, el escrutinio favoreció a Prieto, acumulando más votos de sus dos más cercanos oponentes: Juan de Dios Peza y Salvador Díaz Mirón.

Fue declarado por Altamirano como "El poeta mexicano por excelencia, el poeta de la patria" desde su Observatorio de Costumbres. Prieto vio desfilar paisajes urbanos y tipos populares y los describió con una novedad plástica asombrosa.




Bajo su tono festivo e irónico, sostuvo siempre su pasión política. Autor fecundo, su obra completa aún esta dispersa en los periódicos; de sus poesías, sobresalen: La Musa Callejera, que es una rehabilitación del tesoro folklórico de México; Romance Nacional, poema que recoge en metro octosílabo los grandes trazos de la epopeya patriótica.

Sus obras en prosa son las siguientes: Memorias de mis tiempos, (de 1828 a 1853), una amena crónica; Viajes de orden suprema y Viajes a los Estados Unidos, con múltiples semblanzas de personajes de la política y la milicia. (http://www.iea.gob.mx/efemerides/efemerides/biogra/prieto.html)

Las piezas dramáticas El Alférez (1840), Alonso de Avila (1842), El susto de Pinganillas (1843), Patria y Honra y La novia del erario y el monólogo A mi Padre. (http://www.iea.gob.mx/efemerides/efemerides/biogra/prieto.html)

Profesor de Economía Política y después Historia Patria en el Colegio Militar, escribió también Indicaciones sobre el origen, virtudes y estado que guardan actualmente las rentas generales de la federación mexicana (1850), Lecciones elementales de economía política (1871-1888), Lecciones de historia patria (1886) .



En la obra de Guillermo Prieto vemos desfilar una gran variedad de personajes, algunos de ellos históricos, como Santa Anna. Las situaciones que los rodean son, en algunos casos, ficticias. También aparecen en escena personajes con los cuales el autor tuvo contacto directo, como su esposa María y sus amigos de la Academia de Letrán, o a través de terceros. Prieto recrea a cada personaje y lo ambienta de forma subjetiva dentro de su obra y aunque él es el narrador de sus Memorias, su presencia en ellas no se sujeta exclusivamente a ese papel, sino que aparece también como personaje.


Además de estos caracteres “reales”, Prieto crea personajes ficticios que representan los diferentes contextos sociales. Éstos son retratados no sólo en el aspecto físico sino también moral, en los rasgos específicos de su carácter y en su expresión. Gran cantidad de caracteres “tipo“ desfilan por sus páginas: el ranchero con traje pintoresco, la china, el charro, el lépero, los nenes, los lagartijos, los boticarios, etcétera.

El campo de observación de la obra de Prieto es lo popular, nos hace participar de los festejos campesinos, nos hace entrar a las pulquerías, pero también a los cafés; asistir a las corridas de toros y a las tertulias literarias o imaginar el sabor de los platillos mexicanos. Nuestro autor sale a buscar al pueblo, va a su encuentro, así como al encuentro de una nacionalidad.

Él nos lo dice de la siguiente forma: “El perpetuo deterioro de mi equipo, mi exagerado orgullo, o lo que me atraían y entretenían las costumbres del bajo pueblo, me llevaban por barrios y vericuetos, por los lugares más apartados y desconocidos de la sociedad”.

GALERÍA DE LOS TIPOS POPULARES QUE PARA BLANCA ELENA SANZ MARTINSON LOS MEJOR ELABORADOS POR PRIETO EN MUSA CALLEJERA Y MEMORIAS DE MIS TIEMPOS.

El lépero.

El lépero es el personaje más representativo del peladito de la época, con sus ínfulas de macho, y un inexplicable atractivo para las “leperitas”. Es este uno de los personajes más tratados por Prieto al que le dedica varias páginas no sólo en Memorias de mis tiempos sino también en muchas producciones en verso, lo que nos permite conocer su forma de ser, de actuar, su expresión oral.


El lépero, generalmente hablando, como para caracterizarse de pura sangre, ha de ser mestizo, bastardo, adulterino, sacrílego y travieso, entendiéndose que más que picardía debe de tener chispa o ingenio en el magín y, más que tendencia al crimen, inclinación a lo villano. Pero este carácter tiene además la aptitud para acciones generosas, el valor temerario y rasgos de gratitud realmente notables, todo sobre un fondo de amor a la holganza, de fanatismo y de simpatía poderosa por el robo, la embriaguez y el amor.

Al lépero le interesa también la política, tiene todos esos contrastes que prevalecen en el mexicano, rasgos que se conjugan bajo el término de “machismo”. Por otro lado, éste posee los rasgos del pícaro español, pues es descarado, travieso, de mal vivir y no exento de simpatía. Prieto no sólo hace una descripción física sino que lo acompaña de una especie de análisis psicológico en el que reconoce todas sus fallas a la vez que se complace en recordar sus rasgos de ingenio inagotables.

Guillermo Prieto afirma: “En los versos populares, en la canción callejera es donde más especialmente se acentúa esta faz de la inteligencia del lépero”. Y recoge en sus Memorias los versos populares que caracterizan a este tipo tan peculiar:

La mujer es una pera
Que en el árbol está dura:
Cuando se cae de madura
La coge el que no la espera
Y goza de su hermosura.

Querer a una, no es ninguna;
Querer a dos es bondá;
Querer a cuatro y a cinco es habilidá

Así era el lépero, con el amor, el pulque y la riña absorbían su existencia, y la cárcel no le amedrentaba. Sin embargo, en el fondo era valiente, odiaba la ingratitud y la perfidia; siendo leal y desinteresado con los amigos, le repugnaba la traición y defendía con su propia vida su amor por la madre o por su mujer legal.

Los nenes

“Así se llamaba a los pollos aprendices de hombres, aprendices de mundo, pedantes, desagradables y ridículos.” Estos nenes pretendían demostrar su hombría teniendo una o muchas queridas. Eran poco caballerosos y se jactaban de sus galanteos atrevidos con señoras casadas, monjas, etc. He aquí el retrato que de ellos hace Prieto:



Retorcido bigotito
que son dos colas de rata
no tiene en vestir prurito
ni en el guante y la corbata,
el amor le importa un pito
porque su amor es la plata.
Por ella anda y va y viene,
¡y es un nene!...

Los lagartijos

Un tipo muy especial de la gente de la ciudad eran los lagartijos, quienes cuidaban de s apariencia como ningún otro. Su única ocupación era galantear, pero no eran pudientes como los nenes. En esta tonada se retrata magníficamente a los lagartijos, y que es recogida por Guillermo Prieto en Memorias de mis tiempos:

Los petimetres y usías
Por lo regular despiertan
A las once los que ayunan
Y a las nueve los que almuerzan.

Se lavan las manos
Se estiran las medias
Se rizan y empolvan muy bien la cabeza

Se visten de tildo,
Se sacan las vueltas,
Y muy resoplados
Luego salen fuera;
Y van por las calle
Muy de fachendas...



El boticario

Muy curioso y muy rico de enseñanza sería un cuadro completo que abrazase la reseña científica de la medicina en aquellos tiempos y su práctica en el vulgo, cuando la vieja, el curandero y el santo milagroso entraban en serias competencias.

El boticario, además de médico, era quien recibía las confesiones de los curas, jóvenes, esposos y, en sí, de todos.

A él acudían a pedir ayuda tanto en enfermedades del cuerpo como del alma. El boticario, ese personaje curioso del barrio, sabía sacar muy buen provecho de aquellos pequeños secretos que sabía.

La china poblana

Guillermo Prieto nos pinta a la china como una bellísima mujer que cautiva con su andar y vestir. Para él era:

Linda como un querubín
Fresca como la lechuga,
Fragante como el alhelí

El traje de la china poblana es digno de descripción. Compuesto de una camisa de muselina blanca adornada de encajes alrededor del cuello y de las mangas. La china llevaba el cabello partido en dos trenzas, asimismo llevaba largos aretes. Una banda de colores le daba dos o tres vueltas a la cintura. Además un rebozo en el cuello y en los días de fiesta usaba medias de seda y zapatos de raso. Nadie mejor que Fidel para describirnos a la china:

Ojo negro, frente china,
morena, breve nariz,
salpicada de lunares
como el mole ajonjolí,
con su cuello de torcaza

y su pecho al descubri,
por entre encajes y randas,
como reja de jardín,
que deja guardar las aguas
entre las yerbas bullir;
con una boca de rosas
abiertas sobre el marfil...



El charro

Uno de nuestros tipos más interesantes está constituido por el charro, jinete de magníficos caballos. Lleva un ajustado pantalón de botonadura de plata y bordado, chaparreras de gamuza, botas altas, sombrero de ancha ala, estribos y espuelas de rico metal, pistola y un sarape multicolor.




El charro de los romances de Prieto es valiente e indomable, bondadoso y magnánimo con la tierra en que nació, colérico y batallador, apasionado y fiero en el amor, con dulzura de niño y pasiones de hombre; para este tipo hacía falta una mujer como la china, ambos tan nuestros y tan mexicanos.

BIBLIOGRAFÍA

Flores, Santiago G. Introducción a la literatura Iberoamericana. México, Ediciones Alba, 1952.

Monterde, Francisco. Cultura mexicana. Aspectos literarios. Ed. Intercontinental, México, 1946.

Prieto, Guillermo. Memorias de mis tiempos. México, Dirección General de Publicaciones de CNCA, 1992. Tomo 1.

— Musa Callejera. Prólogo y selección de Francisco Monterde. México, UNAM, 1992. (Biblioteca del Estudiante universitario, 17).

Salinas Nieto, Rosa Ma. Alejandra. Literatura y sociedad en Guillermo Prieto. México, 1979. Tesis, UNAM, Fac. de Filosofía y Letras.

Urbina, Luis G. La vida literaria de México. México, Porrúa, 1946. (Col. de Escritores Mexicanos, 27)

(http://www.correodelmaestro.com/anteriores/1999/mayo/artistas36.html)

COMENTARIO DEL ALUMNO:


He leído ahora, sobre un autor al cuál no conocía con profundidad, llamado Guillermo Prieto. Por lo que he podido apreciar es un escritor mexicano muy reconocido por su obra, misma que retrata las costumbres y vivencias de personajes reales a los que el mismo conoció o ficticios pero que finalmente reflejan la realidad de diferentes clases sociales. Ya sea con ironía o no, Prieto retrata al pueblo mexicano o su historia.

Guillermo Prieto, como encargado en diversos puestos del gobierno, a lo largo de su vida, tuvo contacto con personajes importantes en la historia de México, personajes de clase que ejercía el poder, o clase alta; sin embargo, en su obra se observa un hombre con un gran contacto no sólo con clases de poder, sino, con clases sociales mas bajas. Por eso, resulta conocedor de las costumbres y tradiciones del pueblo mexicano.

Algunas de sus obras se caracterizan por los personajes específicos que introduce en sus páginas, tales como el lépero, el charro, el boticario, la china poblana, etc.




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