lunes, 5 de enero de 2009

A LA ÚLTIMA ESPOSA






I.- Impublicable...




II.- , CAPRICHOSA Y BONITA, YO TAN
INCONFORME Y REBELDE:

Pienso luego mi caprichuda
que eres tan, tan bonita
y aplaudo tus maduros bríos
de olvidar al amante y continuar conmigo.
Pienso, mi niña amada
que eres así de terca
que todavía me amas.
de a de veras y tan cerca.
Pienso, mi berrinchuda
cada que creo en ti
que, no cabe duda,
te
amaré toda la vida.

III. TU BELLO CABELLO, A CABALLO LO
HALO:

Pily: quisiera enredarme en tu cabello
y así deslizarme entre castañas madejas
hasta esos cerrados labios que me niegas.
Bajar como en una cascada
con lenguas de fuego y de oro
y llegar al final desde tu cuello
y entrar al umbrío umbral del misterio
por el estrecho cuello de tu matriz.
Quizás sorprenderme tras el desliz
reposando en dulces montes de carne rosácea,
convexa, entre verjas,
enhiesta la verga
con la cruz del sexo a cuestas
grabada sobre la penca del maguey,
olvidando que fui el joven Rey,
presto a desafiar peligros
y pelear a dentelladas
por mi vida y por mi amada,
en diaria cruzada por la PILAR encantada
que precariamente sostiene mi hogar.

IV.- TU NOMBRE, PILAR:

Rimar, bailar, saltar o gozar
amar, andar, cantar o besar
son tantas las cosas preciosas
que se pueden rimar con Pilar.
Y ese nombre, no evoca nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte,
final de nuestro entierro.
No es tu boca sedienta, igual que tu sexo-,
ni la reunión palpitante de tus pechos,
ni tu espalda ondula y suave,
ni tu dulce ombligo, en que bebo sandía.
Ni son tus muslos claros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y curvados,
ni tu olor almizclado, ni tu sedoso pelo.
No es tu mirada lejana,
perdida y melancólica,
triste penumbra bucólica ,
paz sin dueño,
perra sin lazo,
ni la estridencia de tu oído, ni tus gritos,
ni las ojeras que te deja el ensueño erótico
con las manitas tapando los entornados ojos
ni los besos en las orejas cárdenas
del tranquilo y taimado amante.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
susurrándole melosas endechas,
flechas de avispas en el aire vago,
ni la humedad hirviente de tu vagina
que calienta tus pezones rebozantes de leche.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un grano, ni un desdeñoso gesto:
Tu nombre, Pilar, es sólo este lugar donde estuviste,
entre mis brazos tercos,
aferrados a tu etérea silueta,
solitarias aspas de molinos al viento.

V.- MORIRÉ, TENLO SEGURO:

Por eso, fatalmente, siento:
que un día moriré, no cabe duda.
Marcharé con mis trapos y tropos a otra parte.
Un soneto tal vez, escrito en Marte,
dirá que aquí estuve: fui poesía ruda, cruda.
Por mis huellas sabrán que sin ayuda,
sin un mínimo gesto y sin alarde,
de un sorbo me bebí la tarde
y mi lengua jamás se quedó muda.
Solitario quizá, no pesimista,
un poco soñador, serio, cansado,
con una buena dosis de anarquista:
dirán que fui un pendejo alegre y optimista .
Amó con furia, no lloró el pasado
y se fue de este mundo muy golpeado.















VI.- EPÍSTOLA A PILAR, DE SU AMANTE
LUCHADOR:

Haciendo rounds de sombra al recuerdo de Pilar
luchadora ruda, la Potrilla Loca de Sombrerete,
Zacatecas, envío





Epístola A mi Campeona Sin Corona:




Siempre evité mandarte cartas
de amor, pues las pensé perdidas
por el correo, y me negué a escribirte aprisa
mis hondos sentimientos.
De allí proviene el hecho
que únicamente te envié giros
a Sombrerete pa' que volvieras
y de entregarte tan tarde este poema,
por lo que en sobre razgado
estás recibiendo un telegrama rezagado.
La verdad
es que como un rayo
se me vino a los ojos tu palabra,
llena de humildad
que cubría el eco de tu nombre.
Vino así, no se cómo,
sin llamar a la puerta,
como el cartero, simplemente
tomó mi dolor entre sus brazos
y me llevó hasta Mérida, a la vieja casa,
a la hamaca donde solías mecer la siesta
y llorabas tu tristeza.
Eran los días
en que clinchabas tu presencia
con el rostro de una niña que tenía
doce años jugando entre mis manos
y te contaba mis hazañas en el ring mundial
cuando el boxeo era por el honor
y no una exhibición comercial y amanerada.
Ahora amada,
las cosas han cambiado.
Ya quedó atrás la muchachita
que contempló la muerte de Manuel,
la vida te hace madurar a bofetadas.
Pero no creas
que darás con los dientes en el polvo,
como el tío;
pienso que es permitido doblarse
pero no partirse.
Y ahí vas, caminando, contoneándote,
finteándole a la vida tu amargura,
carcajeándote, mostrando tu perfecta dentadura,
pero cuidándote de los golpes a los bajos,
tratando de terminar en pie este largo round
contra muchos cabrones machos.
Aunque a veces, te confieso,
te he visto flaquear,
quedar groggy
y querer tramitar un divorcio o un suicidio voluntario.
Pero basta un vistazo a tu retrato
y ya no hay vuelta de hoja,
sé que dejaste tu punch sobre mi verso
y jab a jab, llegaré alto,
me iré haciendo hombre hasta tu nombre.
Amada, puchi, muchachita
tengo una deuda contigo,
me querías joven, guapo y parrandero
y te salí poeta,
en la vejez viruelas,
pero no estoy noqueado,
para mí no es cosa de ir por allí
soportando un disfraz que desentona.
Contigo pasó lo mismo,
te quería pura y casta
y saliste luchadora, campeona de box
¡Y qué campeona, carajo!








VII.- TE QUERÍA CASTA Y BLANCA NOVIA:

Perdona que te quite un rato
pero a veces
cuando estoy solteramente solo
y me urge hablar con alguien
se me vienen a los ojos tus palabras. . .
Aquí las tengo, te escucho mucho,
y con muchísimas ganas
muchachita zacatecana:
--Lívingston, como decía Stormy,
Tú me quieres alba;
me quieres de espumas;
me quieres de nácar.
Que sea azucena,
sobre todo, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya
jamás tocado,
ni una margarita
me hayan deshojado
ni que sea como mi hermanas;
tú me quieres blanca;
tú me deseas nívea;
me demandas casta.
Tú, que bebiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
y ya tienes marchitos
los labios morados.
Tú, que en el banquete,
apuraste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del engaño,
vestido de rojo,
me pusiste el cuerno
y dejaste estragos
en mi alma pura
cándida e inocente,
con sórdidas muecas
me jugaste a la chueca
con la chiapaneca
mientras querido te dijo
yo paría a nuestro hijo.
Tú, que el esqueleto
conservas intacto,
no sé todavía
por cuáles milagros
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
me quieres tan blanca.
Huye hacia los montes;
vete a la montaña;
límpiate el hocico;
vive en las cabañas;
toca con las patas
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con nopal amargo;
bebe de las piedras del río
en el duro estío
y en el crudo invierno
duerme sobre escarcha;
renueva tu piel de lobo
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lávate la picha al alba:
Y cuando las carnes
te sean cambiadas,
en níveos tejidos
de vieja oveja blanca
y cuando hayas puesto
en la cabellera plateada
la pura corona de oliva del alma,
que por las perfidias
se te quedó enredada
en la negra maleza de los amoríos,
entonces, viejillo,
preténdeme blanca,
demándame nívea,
exígeme casta.

VIII- ¿NO ESTUVIMOS SOLOS EN
ABANDONO?

Porque yo estuve solo
quiero pensar que tú también estuviste sola.
Un domingo sin ti perdido, es como un túnel de paredes negras
donde voy alumbrado por tu nombre;
es una noche clara sin saberlo
o un lunes disfrazado de domingo;
es como un día triste sin misa, ni tu permiso.
Llovizna esta poesía para ti labrada;
tú lo sientes con tu alma prístina de cristal;
llueve tu ausencia como un agua triste y azul
sobre tu frente afiebrada.

IX.- SUEÑO que vuelves para siempre:
Que no te fuiste, que dormías.
Que me dejaste sin despojarme,
de la felicidad y me necesitabas
para poder estar contenta.
De cualquier modo, he recobrado
mi lugar en el mundo: regresaste, Pilar,
volviste a ser pilar de nuestro hogar:
te volviste accesible y asequible.
Me devuelves el tiempo,
el dolor, los goces, la alegría,
la voz, el cuerpo, el alma,
y la vida y la suerte,
y lo que pervive
más allá de la muerte.
Me lo devuelves todo
y no me percato, en esencia,
de que estoy encarcelado en la presencia
rotunda de una mujer, tú misma, a la que amo.
Volviste poco a poco, despertaste,
y no te sorprendiste
de encontrarme contigo.
Y casi pude ver el último
peldaño del secreto, pues subías
a dormir, y te abriste
despacio, muy despacito,
muy plácidos tus ojos
metiste adentro de mis rojos ojos que te velaban
y revelaste que terminaban los desvelos
por los vuelos de la paloma negra
del pichón alegre de Denegre.

X.- YO CONTIGO:






Ya vez como son las cosas ,
piensas,
ríes,
caminas,
amas,
sufres,
lloras,
pero al final .....
siempre tú,
siempre estás tú....,
con esa carita de amargura,
con esa carcajada salvaje,
de libertad a cuestas,
de verdades y revisiones,
de amores y desamores.
Hace ya algunos siglos
estuve formulando una conclusión.
Y la constante siempre la supe:
yo sin ti valgo cero,
yo contigo soy feliz.

XI.- MIS MANOS:

Tengo manos que te devoran como
el ala de una paloma torcaza.
Tengo manos que se te atracan
en la fina garganta
y las sientes como un eterno collarín
que te lleva al cadalso.
¿Y qué decir de mi brazo fuerte
que te abraza los hombros redondos
qué de mi boca lasciva que chupa tus senos
como sediento y gimiente bebé,
que recorre tus muslos ateridos de escalofríos.
Apollinaire habló de las Siete Puertas del Deseo.
de los Siete Portales del Cuerpo de una mujer.
Mentira. Apreciación totalmente arbitraria.
Tu cuerpo, Pilar, no tiene puertas
como el Mar.
Una vez frente a las Puertas del Mar
de mi tierra campechana
entre conchas, nácar y caracoles
supe que tu cuerpo a-dorado
era infinitamente penetrable
como el Golfo de México:
inmensamente murmurante
y a veces carcajeante, como tú.

XII.- DICEN QUE NO SOY UN HOMBRE:

Dicen que el hombre no es hombre
mientras que no oye su nombre
de labios de una mujer.
Puede ser.
Antonio Machado

Dicen
que me vuelvo loco
cuando bebo un poco
de lo que me das,
y me das
todo lo que entiendo
que alguien puede darme
sólo con amor.
Puede ser
que para mis labios
guardes recetarios
con qué conquistar.
Beso
veintisiete octubres
de lo que más quiero
con mis sesentayuno,
y uno te da
todo lo que puede
por miedo a quedarse
solo con su amor.
Dicen que
yo no soy un hombre
mientras que mi nombre
no lo digas tú.

ÚLTIMA PARTE:
NO ME ARREPIENTO DE NADA
EL OJO DE MI MUJER











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