lunes, 5 de enero de 2009

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ PARA PÁRVULOS









LÍVINGSTON DENEGRE-VAUGHT ALCOCER

DISCURSO PRONUNCIADO EN EL TRICENTENARIO DE LA MUERTE DE LA DÉCIMA MUSA.






Antecedido por un estudio literario de MACHOTE sólo para adultos






Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) nació el 12 de noviembre de 1651 en la Hacienda de San Miguel, Nepantla, Estado de México, de padre vascongado y madre criolla. Murió en el Convento de San Jerónimo el 17 de abril de 1695, exactamente hace 300 años.
Hay biógrafos[1]que consideran que nació tres años antes. También es importante señalar que fue hija natural y que se crió con su abuelo materno, Pedro Ramírez, en la hacienda de Panoayán.[2] Por eso es que para algunos fue allí donde nació Sor Juana.
Así es que su nombre es Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana. En su formación y, sin duda, en su finísima psicología pesó más la línea materna. Del padre poco se sabe y poco escribió ella. En este sentido, y para empezar, esta excelsa escritora está en plena concordancia y armonía con los grandes escritores mexicanos que mantienen a sus personajes en eterna búsqueda de la imagen paterna. Hay un secreto en connivencia-- como precursora científica y artista de estatura mayor-- con muchos escritores afeminados y, de plano, homosexuales, del paranaso mexicano: el asesinato del padre, por resentimiento. Esto, meramente supongo. Carezco de datos que contribuyan a afianzar una hipótesis seria. Y, en este aspecto festivo, diría que Sor Juana tendría que buscar a su padre no en Comala sino en VERGARA, [3]de donde era oriundo, para hallar su vergad al desnudo , como Edipo halló la verdad escueta y terrible de su nacimiento, parricidio e incesto en labios del oráculo ciego, Theresias, de Tebas, su iracundo acusador de haber violado los sagrados tabúes. Sor Juana, nunca fue a Vergara, pues murió virgen y mártir, casta y respetuosa de los mandatos de otros padres: Cristo, Dios Padre y el Espíritu Santo en el convento de su amadísimo padre San Jerónimo. Buscó, pues, al padre en el claustro y halló muchos en el Cielo.

También, es tan femenina y, a veces, feminista, como muchos escritores que son sólo masculinos por natural accidente. Con excelente retórica, utilizó la ironía para protestar en contra del Dr. Arce (digno profesor de Escritura por su virtud y letras):
“...y al fin resuelve con su prudencia que el leer públicamente en las cátedras, y predicar en los púlpitos, no es lícito a las mujeres; pero que el estudiar, escribir y enseñar privadamente, no sólo les es lícito, pero muy provechoso y útil: claro está que esto no se debe entender con todas, sino con aquellas a quienes hubiere Dios dotado de especial virtud y prudencia, y que fueren muy provectas y eruditas y tuvieren el talento y requisitos necesarios para tan sagrado empleo: y esto es tan justo que no sólo a las mujeres (que por tan ineptas están tenidas), sino a los hombres (que con sólo serlo, piensan que son sabios) se había de prohibir la interpretación de las Sagradas Letras, en no siendo muy doctos y virtuosos y de ingenios dóciles y bien inclinados; porque de lo contrario, creo yo que han salido tantos sectarios y que ha sido la raíz de tantas herejías; porque hay muchos que estudian para ignorar, especialmente los que son de ánimos arrogantes, inquietos y soberbios, amigos de novedades en la Ley (que es quien las rehusa); y así, hasta que por decir lo que nadie ha dicho dicen una herejía no están contentos. De éstos dice el Espíritu Santo: In moleuolam animan non introibit sapientia. A éstos más daño les hace el saber que les hiciera el ignorar. Dijo un discreto: Que no es necio entero el que no sabe latín; pero el que lo sabe está calificado. “
“Y añado yo que lo perfecciona (si es perfección la necesidad) el haber estudiado un poco de filosofía y teología, y el tener alguna noticia de lenguas, que con eso es necio en muchas ciencias y lenguas: porque un necio grande no cabe en sólo la lengua materna.”
En su severa crítica a los hombre necios y letrados les da una catilinaria tal que sostiene que no deben estudiar porque les hace daño la sabiduría, a la manera que en el estómago mal acomplexionado y de viciado calor, mientras mejores los alimentos que recibe, más áridos, fermentados y perversos son los humores que cría, así estos malévolos mientras más estudian, peores opiniones engendran; obstrúyeles el entendimiento con lo mismo que habían de alimentarse, y es que estudian mucho y digieren poco, sin proporcionarse el vaso limitado de sus entendimientos. Y concluye, irrebatible:
“Y en verdad, no lo dijo el Apóstol a las mujeres sino a los hombres y que no es sólo para ellas el taceant, sino para todos los que no fueren muy aptos.”[4]
Severa se muestra con los hombres, contra los cuales hemos visto que supo argumentar, uniendo la solidez de la lógica a la gracia y al finísimo arte de la poesía en que se salvó de seguir a los culteranos, oponiéndose al mal gusto, como en esta redondilla celebérrima de la cual cito los primeros versos en el discurso que sigue a estas notas y ahora sólo pongo éste, intermedio, como ejemplo:

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia...
Esta composición antimachista, quizás la más famosa, tiene un remate fulminante:
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Mas hay que reconocer que Juana In‚s fue consecuente, y no menos rigurosamente juzg¢ a las mujeres, con an logo criterio sexista, en no pocas poes¡as, entre otras en el siguiente artificioso soneto:

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.






Un ejemplo-- que no transcribiré por pudor-- en que se rindió a la moda, es El sueño en que no hace m s que esclava copia de Las Soledades de G¢ngora.
La precocidad genial

Sor Juana Inés es uno de los personajes más fascinantes que ha dado América al mundo. Fue no sólo prodigiosa en que aprendiera a escribir a los tres años de edad sino, precoz, en que a los ocho años compusiera una Loa [5]para el día de Corpus Christy, Ese año, 1659, su madre la llevó a la capital de la Nueva España, alojándola con una tía materna para que allí recibiera sus primeras lecciones. Allí, aprendió el latín con gran facilidad al grado de escribirlo y hablarlo magistralmente.

Leyó a los clásicos, particularmente a Virgilio, Horacio, Ovidio, Garcilaso y Góngora, tal como se aprecia en las múltiples citas que hace a esos autores en sus epístolas y trabajos variados en prosa.
A los trece años de edad ingresó en la corte virreinal. Fue dama de honor de la virreina Leonor María Carreto, marquesa de Mancera. A ella dedicó varios sonetos, utilizando el seudónimo de Laura. A los quince era ya eruditísima. Y sea por amores contrariados, sea por consejos del padre Núñez, confesor de los Virreyes, pronto abandonó ese mundo aristocrático para “vivir sola, no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni el rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”. El 14 de agosto de 1667 ingresó como novicia en el convento de San José de las Carmelitas Descalzas. Sin embargo, lo abandonó sólo tres meses después al parecerle intolerable el rigor de esta orden. Había enfermado, víctima del ambiente malsano del vetusto convento.
Así es que teniendo ya 16 años de edad, regresó a la corte. Su belleza cautivó a muchos nobles caballeros. Mas esta vez decidió abrazar la vida monástica en forma definitiva. Profesó en el monasterio de monjas Jerónimas, donde continuó hasta su muerte, ocurrida 27 años después, a los cuarenta y cuatro años de edad.

+Carta A Sor Filotea de la Cruz*

En la Carta A Sor Filotea de la Cruz , en realidad enviada al Obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz, como respuesta a su exhorto para que pusiese más los ojos en el cielo, menos en las Letras y se consagrara por entero a la religión, Sor Juana da algunos indicios de sus mortificaciones tanto en la corte como en el claustro. Voy a reproducir la parte sustancial sobre estos inconvenientes y dejo para más doctos su interpretación y conjeturas de las verdaderas razones por las que cayó en “las trampas de la Fe” [6].
Y a la verdad, yo nunca he escrito sino violentada y forzada, y sólo por dar gusto a otros, no sólo sin complacencia, sino con positiva repugnancia, porque nunca he juzgado de mí que tenga el caudal de letras e ingenio que pide la obligación de quien escribe, y así es la ordinaria respuesta a los que instan (y más si es asunto sagrado): ¿Qué entendimiento tengo yo? ¿Qué estudio? ¿Qué materiales?, ¿ni qué noticias para eso, sino cuatro bachillerías superficiales? Dejen eso para quien lo entienda mejor, que yo no quiero ruido con el Santo Oficio, que soy ignorante, y tiemblo de decir alguna proposición malsonante, o torcer la genuina inteligencia de algún lugar. Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar, que fuera en mí desmedida soberbia, sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento.[7]
“El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena, que les pudiera decir con verdad: vos me coegistis.
“Lo que sí es verdad, que no negaré (lo uno, porque es notorio a todos; y lo otro, porque aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad), que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras que ni ajenas reprehensiones (que he tenido muchas), ni propias reflexas (que de hecho no pocas) han bastado a que deje de seguir este natural impulso, que Dios puso en mí: su Majestad sabe por qué y para qué: y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento, dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra (según algunos) en una mujer: y aún hay quien diga que daña. Sabe también su Majestad que no consiguiendo esto, he intentado sepultar con mi nombre mi entendimiento, y sacrificárselo sólo a quien me lo dio, y que no otro motivo me entró en la Religión, no obstante que al desembarazo y quietud que pedía mi estudiosa intención eran repugnantes lo ejercicios y compañía de una comunidad; y después de ella, sabe el Señor, y lo sabe en el mundo quien solo lo debió saber, lo que me intenté en orden a esconder mi nombre, y que no me lo permitió, diciendo que era tentación: y sí sería. “
Más claro ni la luz del sol; más diáfana, ni el agua. Las siguientes palabras confirman la autenticidad de Juana, con respecto a su vocación como escritora y su repugnancia a su oficio de monja, que no ERA MAYOR QUE SU REPULSIÓN Y ASCO AL MATRIMONIO, lo que la diferencia honrosamente de los escritores antiguos y contemporáneos que en este país se han casado por convenir a sus intereses profesionales, in spite of su amaricamiento y la asemeja a los escritores que nunca se casaron ni se casarán , por su amujeramiento:





"Entreme religiosa , porque aunque conocía que tenía el estado cosas (de las accesorias hablo, no de las formales), muchas repugnantes a mi genio, con todo, para lo total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir, en materia de seguridad que deseaba, mi salvación: a cuyo primer respecto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola, de no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros.”
A cambio de tan grande sacrificio quería estudiar Teología pues “siendo monja y no seglar, debía por el estado ecleseástico profesar letras; y más siendo hija de San Jerónimo..., que era degenerar de tan docto padre ser idiota la hija.”[8]
Pero ese propósito no era tan accesible. En el párrafo siguiente se tiene una conmovedora descripción de ambas: su dura tarea autodidacta y su nostalgia perenne de asistir a la Real y Pontificia Universidad y, por otra parte, su rechazo a la comunidad religiosa por interferir con sus ocupaciones intelectuales. Sor Juana lo explica minuciosa, modesta y encantadoramente en la carta multicitada:
“...el no haber aprovechado ha sido ineptitud mía y debilidad de mi entendimiento, no culpa de la variedad:[9] lo que sí pudiera ser descargo mío es el sumo trabajo, no sólo en carecer de maestro, sino de condiscípulos con quienes conferir y ejercitar lo estudiado, teniendo solo por maestro un libro mudo, por condiscípulo un tintero insensible, y en vez de explicación y ejercicio, muchos estorbos, no sólo los de mis religiosas obligaciones (que éstas ya se sabe cuán útil y provechosamente gastan el tiempo), sino de aquellas cosas accesorias de una comunidad, como estar yo leyendo y antojárseles en la celda vecina tocar y cantar: estar yo estudiando , y pelear dos criadas y venirme a constituir juez de su pendencia: estar yo escribiendo y venir una amiga a visitarme, haciéndome muy mala obra con muy buena voluntad; donde es preciso, no sólo admitir el embarazo, pero quedar agradecida del perjuicio: y esto es continuamente, porque como los ratos que destino a mi estudio son los que sobran de lo regular de la comunidad, esos mismos les sobran a las otra para venirme a estorbar; y sólo saben cuánta verdad es ésta los que tienen experiencia de vida común, donde sólo la fuerza de la vocación puede hacer que mi natural esté gustoso, y el mucho amor que hay entre mí y mis amadas hermanas, que como el amor es unión, no hay para él extremos distantes.”



Y -- ¡oigan esto los universitarios estudiosos!: ¡cuesta aprender!--, a continuación hace una tierna confesión que llena el corazón de humanitaria solidaridad:
“En esto sí, confieso que ha sido inexplicable mi trabajo; y así, no puedo decir lo que con envidia oigo a otros, que no les ha costado afán el saber: dichosos ellos. A mí no el saber (que aún no sé), sólo el desear saber me lo ha costado tan grande que pudiera decir como mi padre San Jerónimo (aunque no con su aprovechamiento): Quid ibi laboris insupserim, quid sustinuerim difficultatis, ... “
Y sigue el latinajo que Sor Juana atribuye a su padre. Padres se ve que tiene: Dios, el patrón de su convento, el confesor y éste, el impertinente Obispo de Puebla, al que dirige la epístola que estoy repitiendo. La filípica de la monja no para ahí, en referencia a “los estorbos obligatorios y casuales, que indirectamente lo son”.
No, ahora se refiere a los que llama, no sé si con sorna o Comtianamente, “positivos, que directamente han tirado a estorbar y prohibir el ejercicio” intelectual de la poetisa.
No es posible parar aquí de citar la carta de Sor Juana porque con mexicanísima expresión-- “mar en leche y viento en popa” -- henchidas las velas, rauda se dirige a señalar las envidias, calumnias y difamaciones de que ha sido objeto. Escuchen:
“¿Quién no creerá, viendo tan generales aplausos, que he navegado viento en popa y mar en leche sobre las palmas de las aclamaciones comunes? Pues Dios sabe que no ha sido muy así: porque entre las flores de esas mismas aclamaciones, se han levantado y despertado tales áspides de emulaciones y persecuciones, cuantas no podré contar; y los que más nocivos y sensibles han sido, no son aquellos que con declarado odio y malevolencia me han perseguido, sino los que amándome y deseando mi bien ( y por ventura, mereciendo mucho con Dios por la buena intención) me han mortificado, y atormentado más que los otros, con aquél: “No conviene a la santa ignorancia, que deben, este estudio; se ha de perder, se ha de desvanecer en tanta altura con su misma perspicacia y agudeza. ¡Qué me habrá costado resistir ésto? ¡Rara especie de martirio, donde yo era el mártir y me era el verdugo! Pues, por la (en mí dos veces infeliz) habilidad de hacer versos, aunque fuesen sagrados, ¿qué pesadumbres no me han dado? ¿O cuáles no me han dejado de dar? ...parece a algunos que usurpa los aplausos que ellos merecen; o que hace estanque de las admiraciones a que aspiraban, y así le persiguen.”
“Aquella ley políticamente bárbara de Atenas, por la cual salía desterrado de su república el que se señalaba en prendas y virtudes, porque no tiranizase con aquellas la libertad pública, todavía dura, todavía se observa en nuestros tiempos, aunque no hay ya aquel motivo de los atenienses; pero hay otro, no menos eficaz, aunque no tan bien fundado, pues parece máxima del imío Maquiavelo, que es aborrecer al que se señala, porque desluce a otros. Así sucede y así sucedió siempre.”
Y brota espontánea la elocuencia de Sor Juana, exuberante y abrumadora, para persuadir al obispo poblano de sus penurias y de sus buenas causas:
“Y si no, ¿cuál fue la causa de aquel rabioso odio de los fariseos contra Cristo, habiendo tantas razones para lo contrario? Porque si miramos su presencia, ¿cuál prenda más amable que aquella divina hermosura? ¿Cuál más poderosa para arrebatar los corazones?”
Su divina retórica parece el reflejo de Narciso en el estanque: contemplando el paisaje ajeno se confunde con la reverberación de la efigie de la Décima Musa sobre la superficie, ¿no es verdad que se antoja que se está refiriendo a ella misma?:
“Si cualquier belleza humana tiene jurisdicción sobre los albedríos, y con blanda y apetecida violencia los sabe sujetar, ¿qué haría aquélla con tantas prerrogativas y dotes soberanas? ¿Qué haría, qué movería, y qué no haría, y qué no movería aquella incomprensible beldad, por cuyo hermoso rostro, como por un terso cristal, se estaban transparentando los rayos de la divinidad? ¿Qué no movería aquel semblante, que sobre incomparables perfecciones en lo humano señalaba iluminaciones de divino?”
Con citas a Gracián y con reflexiones atinadas, Sor Juana explica, con impecable lógica aristotélica, a su interlocutor epistolar por qué es el blanco de envidias:
“Cualquiera eminencia, ya sea de dignidad, ya de nobleza, ya de riqueza, ya de hermosura, ya de ciencia, padece esta pensión; pero la que con más rigor la experimenta es la del entendimiento: lo primero, porque es el más indefenso, pues la riqueza y el poder castigan a quien se atreve; y el entendimiento no, pues mientras es mayor, es más modesto y sufrido y se defiende menos. Lo segundo es porque, como dijo doctamente Gracián, las ventajas en el entendimiento lo son en el ser. No por otra razón es el ángel más que el hombre, que porque entiende más: no es otro el exceso que el hombre hace al bruto sino sólo entender; y así como ninguno quiere ser menos que otro, así ninguno confiese que otro entiende más: porque es consecuencia del ser más. Sufrirá uno y confesará que otro es más noble que él; que es más rico, que es más hermoso; y aunque es más docto; pero que es más entendido, apenas habrá quien lo confiese: rarus est qui velit cedere ingenio. Por eso es tan eficaz la batería contra esta prenda.”



LAS VIRTUDES LITERARIAS


Escribió bajo la influencia preponderante del gran dramaturgo español Calderón de la Barca, sobretodo en Los empeños de una casa. Por el conjunto de su obra magistral pero, más por su lírica estupenda, mereció ser llamada por sus contemporáneos la Décima Musa.
Fue muy versada y leída. Pero, más fue leída su obra propia. Tanto que de su primer tomo de obras completas, se estampó cuatro veces en cuatro años (1689-1692)lo que la convierte en un colonial best-seller .
No sólo dominó el latín sino el náhuatl. Compuso en esta última lengua alabanzas breves. En su obra distingo la filosofía aristotélica y las alusiones mitológicas, tanto griegas como latinas.
Las reiteradas alusiones a la gastronomía mexicana, al paisaje y a las culturas indígenas la hacen nacionalista. Pero, conserva un tono criollo que reverencia las letras hispánicas.
La obra de Juana Inés comprende poesía lírica, dramática, sagrada, alegórica, festiva y sumamente sencilla, populachera y folklórica. De la primera vale señalar que hay sonetos-- que son primorosos en su totalidad-- décimas y romances que abarcan temas amorosos, históricos, mitológicos, religiosos, morales y cortesanos: panegíricos y sociales. En el género dramático encontraremos los villancicos no sólo navideños sino para las fiestas de las Conchitas y de la Asunción y letras de canciones vernáculas que se entonaban en las iglesias durante la misa. Las treinta loas, comedias y autos sacramentales integran su obra de teatro. Amor es más laberinto es una obra difícil de comprender por su estilo gongorista. En cambio, Los empeños de una casa , que cité ya, arriba, fue una comedia sumamente popular, de capa y espada, que aún hoy deleita a los más exigentes auditorio.
Así, fue admiradora, también, del ídolo de entonces, Góngora y Argote[10] a quien tuvo siempre tan presente que aún está retratado en las paredes de su celda.
Imitando la prosa culterana, escribió Neptuno alegórico[11], Explicación del arco, Razón de la fábrica alegórica y aplicación de la fábula.
El gran crítico literario, erudito anotador del Quijote, bibliógrafo y polígrafo, Marcelino Menéndez y Pelayo escribió que la poesía amorosa de Sor Juana es la más delicada y suave surgida de ingenio femenino en la literatura española. De todas las que suelen catalogarse en antologías poéticas, nunca debe omitirse la siguiente que fielmente copio con cuidado y amor:


Contiene una fantasía contenta con amor decente.




Detente, sombra de mi bien esquivo
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.



La celda, los demonios y las trampas






Allí llegó adoptando el apellido “de la Cruz”, quizás como franco reconocimiento de la muy pesada que tuvo que cargar al ingresar con las monjas jerónimas, quienes la envidiaron, calumniaron y apesadumbraron.
No se crea, sin embargo, que la celda fue no más una prisión de sufrimientos. El claustro era un centro social de gran magnitud en la Nueva España. A él iban desde la virreina hasta los más altos prelados de la iglesia, damas de alcurnia y cortesanos. Era un centro cívico e intelectual desde done Sor Juana participaba en la vida cultural de la colonia.
En este trabajo, estoy reproduciendo la prosa desafiante y polémica de la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz , epístola autobiográfica notable en que defiende no únicamente el derecho a disentir sino, sobretodo, las libertades de pensamiento y de expresión. Pero, además, en esta última hace notable defensa de su célebre Carta atenagórica en que refuta al Padre Vieyra y en que ella destaca como temible y brillante polemista. Fue, precisamente, el disgusto que experimentara el Obispo de Puebla por la lectura de la aguda crítica mencionada que motivó que le escribiera una luenga carta de reprimenda que, a su vez, diera origen al documento que estoy citando aquí. Cuando Juana Inés recibió la impresa réplica a la atenagórica, confiesa que prorrumpió en llanto por la reconvención. Mas, herido su orgullo, contestó al torpe obispo con fiereza. Así, se refirió Sor Juana al “crimen” de haber escrito la atenagórica:
“Si el crimen está en la Carta Atenagórica , ¿fue aquélla más que referir sencillamente mi sentir, con todas las venias que debo a nuestra Santa Madre Iglesia? Pues si ella, con su santísima autoridad, no me lo prohíbe, ¿por qué me lo han de prohibir otros? Llevar una opinión contraria de Vieira fue en mí atrevimiento, ¿y no lo fue en su paternidad llevarle contra los tres Santos Padres de la Iglesia? ¿Mi entendimiento, tal cual, no es tan libre como el suyo, pues viene de un solar? ¿Es alguno de los principios de la Santa Fe revelados su opinión, para que le hayamos de creer a ojos cerrados? “
“Demás, que yo ni falté al decoro que a tanto Varón se debe como acá ha faltado su defensor, olvidado de la sentencia de Tito Lucio: Artes committatus decor; ni toqué a la Sagrada Compañía en el pelo de la ropa; ni escribí más que para el juicio de quien me lo insinuó: y según Plinio, Non similis est conditio publicantis, et nomination dicentis. Que su creyera había de publicar, no fuera con tanto desaliño como fue.”
“Si es (como dice el censor) herética, ¿por qué no la delata? Con eso él quedará vengado y yo contenta, que aprecio (como debo) más el nombre de católicay de obediente hija de mi Santa Madre Iglesia que todos los aplausos de docta. Si está bárbara (que en eso dice bien), ríase, aunque sea con la risa que dicen del conejo; que yo no le digo que me aplauda, pues como yo fui libre para disentir de Vieira, lo será cualesquiera para disentir de mi dictamen.”
Los sufrimientos de Sor Juana por la “tan perseguida habilidad de hacer versos, que en mí es tan natural que aún me violento para que esta carta no lo sean” , las calumnias que algunas veces confesó que la mortificaron y que “nunca me han hecho daño, porque yo tengo por muy necio al que teniendo ocasión de merecer, pasa el trabajo y pierde el mérito”, la llevó a una reflexiva humildad:
“y así, en lo poco que se ha impreso mío, no sólo mi nombre, pero ni el consentimiento para la impresión ha sido dictamen propio, sino libertad ajena, que no cae debajo de mi dominio; como lo fue la Carta atenagórica; de suerte que solamente unos Ejercicios de la Encarnación y unos Ofrecimientos de los Dolores se imprimieron con gusto mío, por la pública devoción, pero sin mi nombre, de los cuales remito algunas copias, porque (si os parece) los repartáis entre nuestras hermanas las religiosas de esa santa Comunidad y demás de esa ciudad.”
La cantarina fuente inunda el mund

En efecto, en 1689, Juan de Camacho Gayna publicó Inundación castálida de la única poetisa, musa dézima, Sor Juana Inés del Cruz... (primer volumen, Madrid)con enorme éxito, pues como ya apunté, antes de que apareciera el siguiente ya se habían publicado cuatro reediciones. El segundo apareció en Sevilla en 1692 y el tercero en Madrid, en 1700. Estos otros volúmenes tuvieron ediciones sucesivas numerosas.
Virreyes y nobles, sabios y eruditos, estudiosos y gente humilde y sensible la admiraron de veras y sus versos fueron un milagro visible y frecuente, pues fueron muchas las ediciones de sus poemas[12] y bastaba declamarlos para ver brotar una fuente de lindas expresiones llenas de gracia, sabiduría, dulzura y moral.
Fue la mejor poetisa de toda la lengua castellana en su tiempo, y hay sonetos suyos como el ya transcrito, “Detente sombra de mi esquivo...”, el de “Rosa divina...”, el de “Diuturna enfermedad...” que son de los mejores de la literatura castellana. Pocas son las antologías que no contengan parte de su fecunda obra.
Además, tuvo una inmensa ansia de saber. Adquirió los más disímbolos y variados conocimientos, y se conjetura que de haber vivido en otra época tal vez habría sobresalido en alguna otra ciencia además de la literatura que practicó por poco tiempo, por desgracia. En la susodicha respuesta a Sor Filotea, Juana Inés narra candorosamente sus experimentos científicos que lleva a cabo en el patio del convento, en la cocina y en los lugares más comunes.
Feminismo sorjuanesco
Finalmente, fue una gran defensora de la mujer en una época en que se la tenía reducida a situación de inferioridad, según se ve en sus famosas redondillas,
“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón...” y en su notable carta autobiográfica, que escribió para Sor Filotea de la Cruz. “Respuesta de la poetisa a la muy ilustre...”
Podría decirse de ella que fue la primera feminista sin que, además, perdiera ninguno de sus encantos femeninos.
“Y volviendo a nuestro Arce[13], digo que trae en confirmación de su sentir aquellas palabras de mi padre San Jerónimo: Ad Laetam de institutione filiae.”[14]
Y con este pretexto erudito propone que se educase a una niña desde que empezase a hablar, ¿pues qué querrá San Jerónimo en su hija espiritual?
“Oh, cuántos daños se excusaran en nuestra República si las ancianas fueran doctas y que supieran enseñar como manda San Pablo, y mi padre[15] San Jerónimo!”
“ Y no, que por defecto de esto y la suma flojedad en que han dado en dejar a las pobres mujeres, si algunos padres desean doctrinar más de lo ordinario a sus hijas, les fuerza la necesidad y falta de ancianas sabias a llevar maestros hombres a enseñar a leer, escribir y contar, a tocar y otras habilidades, de que no pocos daños resultan, como se experimentan cada día en lastimosos ejemplos de desiguales consorcios: porque con la inmediación del trato y la comunicación del tiempo suele hacerse fácil lo que no se pensó ser posible.”

“ Por lo cual muchos quieren más dejar bárbaras e incultas a sus hijas, que no exponerlas a tan notorio peligro como la familiaridad con los hombres, lo cual se excusara si hubiera ancianas doctas, como quiere San Pablo, y de unas en otras fuese sucediendo el magisterio, como sucede en el de hacer labores y lo demás que es costumbre. porque, ¿qué inconveniente tiene que una mujer anciana, docta en letras y de santa conversación y costumbres, tuviese a su cargo la educación de las doncellas?”
Esta evidente repugnancia en contra de los maestros me causa asombro. Sin duda, Juana Inés recibió lecciones de no pocos hombres de latín, retórica, música y la ejecución de diversos instrumentos musicales y otras ciencias. Hace mucho énfasis en que fue autodidacta pero, en un principio, tuvo profesores. Su estancia en la corte le permitió entrar en contacto con nobles y cortesanos de todo jaez. Su poesía lírica hace explícita referencia a distintas situaciones del amor profano. ¿Fue ella misma de esa “suma flojedades que han dado en dejar a las pobres mujeres?”
¿Dónde están las consideraciones del estilo de las que copio a continuación, en su vehemente y declarado deseo de ingresar a la Universidad y de tener condiscípulos y maestros a los que en la Carta Sor Filotea juzga tan severa, estricta y pudibundamente?:
“Tan peligrosos medios cuales son los maestros hombres , que cuando no hubiera más riesgo que la indecencia de sentarse al lado de una mujer verecunda (que aún se sonrosea de que la mire a la cara su propio padre) un hombre tan extraño a tratarla con magistral llaneza: el pudor del trato con los hombres y de su conversación basta para que no se permitiese.”
No solamente me resulta exagerada y contradictoria esta posición de Sor Juana sino que, francamente, me parece que raya en un aborrecimiento a los hombres, en un feminismo a ultranza y en una morbosa actitud hacia el sexo:

“Y no hallo yo que este modo de enseñar de hombres a mujeres pueda ser sin peligro, si no es en el severo tribumal de un confesionario, o en la distante decencia de los púlpitos, o en el remoto conocimiento de los libros;
PERO NO EN EL MANOSEO DE LA INMEDIACIÓN: Y TODOS CONOCEN QUE ESTO ES VERDAD; Y, CON TODO, SE PERMITE, sólo por el defecto de no haber ancianas sabias; luego es grande daño el no haberlas? esto debían considerar los que atados al mulieris in ecclesia taceant blasfeman de que las mujeres sepan y enseñen...”

La libertad de pensar y de escribir

Sor Juana llegó a llamar “universidad de los fieles” a la Iglesia. Así, se conforma que se le prohiba a las mujeres predicar desde el púlpito y hasta enseñar desde la verdadera cátedra de la Universidad. Pero no admite que se les reprenda porque estudien privadamente en sus celdas.
De este modo, afirma que si se llegase a prohibir que escriban y estudien en lo secreto, recrimina a obispos, como “Sor Filotea”, por eso, pues olvidan que anteriormente la Iglesia permitió escribir: Copiosamente a Santa Teresa, a Santa Gertrudis, Santa Brígida, la monja Ágreda y otras muchas.
“Y si me dicen que éstas eran santas, es verdad; pero no obsta a mi argumento: lo primero, porque la proposición de San Pablo es absoluta y comprende a todas las mujeres, sin excepción de Santas, pues también en su tiempo lo eran Marta y María, Marcela, María Madre de Jacob y Salomé, y otras muchas que había en el fervor primitivo de la iglesia, y no las exceptúa; y ahora vemos que la Iglesia permite escribir a las mujeres santas y no santas, pues la de Ágreda y María de la Antigua no están canonizadas y corren sus escritos; y ni cuando Santa Teresa y las demás escribieron lo estaban. Luego la prohibición de San Pablo sólo miró a la publicidad de los púlpitos, pues si el Apóstol prohibiera el escribir, no lo permitiera la Iglesia. Pues ahora, yo no me atrevo a enseñar, que fuera de mí muy desmedida presunción; y el escribir, mayor talento que el mío requiere y muy grande consideración... Lo que sólo he deseado es estudiar para ignorar menos: que (según San Agustín) unas cosas se aprenden para hacer y otras sólo para saber...Pues, ¿en qué ha estado el delito, si aún lo que es lícito a las mujeres, que es enseñar escribiendo, no hago yo, porque conozco que no tengo caudal para ello...”
Todo lo anterior con latinajos, citas a clásicos y próceres del Catolicismo. Frente a semejante despliegue de contundente lógica y persuasiva retórica, el obispo poblano debe haber quedado anonadado y perplejo.
Tuvo el atrevimiento de enfrentarse a una escritora genial que defendió con denuedo su libertad de disentir, pensar, escribir y difundir sus escritos. No se trata de otra cosa.
Es, indudablemente, una defensa lúcida en contra de la represión y una graciosa defensa de la libertad de pensamiento.


El final



El 24 de febrero de 1669 había tomado los hábitos en el convento de San Jerónimo. Veintiséis años después, Juana Inés había dejado a un lado la pompa, fama y vanidades; se había despojado de sus cuatro mil libros, mapas e instrumentos, había hecho su confesión general y redactado dos protestas firmadas con su propia sangre. Dedicó su tiempo completo a actividades administrativas del claustro. Fue archivista y contadora y tuvo el privilegio de ser dos veces nominada para priora general del convento, lo que no aceptó por sincera humildad. Por fin, el 17 de abril de 1695 murió de fiebre maligna, Se contagió cuidando a sus hermanas durante una terrible epidemia que azotó al país.
De sus virtudes intelectuales, arrogancia escolástica y rebeldía a las limitaciones que le impusieron quedaba poco. ¿Y de su belleza física? De todo quedó su poesía que, irónicamente, nunca será olvidada, jamás quedará reducida a polvo y triunfará sobre los hados y la nada:

Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad, que llama pasión.




Éste que ves, engaño colorido:

Este que ves, engaño colorido
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;
es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.


BIBLIOGRAFÍA:

Inundación castálida de la única poetisa, musa dézima, Sor Juana Inés de la Cruz... Tres volúmenes: Madrid, 1689, Sevilla, 1692 y Madrid, 1700, Juan de Camacho Gayna, editor.
Toussaint, Manuel, Obras escogidas de Sor Juana Inés de la Cruz, Porrúa, México, 1928.
Villaurrutia, Xavier, Sonetos de Sor Juana Inés de la Cruz, México, 1931.
Méndez Plancarte, Alfonso y Alberto Salceda, Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz, UNAM, 1951, 1957, cuatro volúmenes
Abreu Gómez, Ermilo, Sor Juana Inés de la Cruz, Espasa Calpe, México, 1934.
Abreu Gómez, Ermilo, La ruta de Sor Juana, D.A.P.P.:, México, 1938. 25 láminas, 4 mapas.
Pfandal, Ludwig, Sor Juana Inés de la Cruz. La Décima Musa de México, Barcelona 1931, México, 1963.
Chávez, Ezequiel A., Ensayo de psicología de Sor Juana Inés de la Cruz y de la estimación y sentido de su obra y de su vida, México, 1937.
Jiménez Rueda, Julio, Sor Juana Inés de la Cruz en su época (1651-1695), UNAM, 1951, En el Tercer aniversario de su Nacimiento.
Paz, Octavio, Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la Fe, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.
Benitez, Fernando: Los demonios en el convento, Era, México, 1985.
Schons, Dorothy, Bibliografía de Sor Juana, Universidad de Texas, Austin, 1939.
Villaurrutia, Xavier, Sor Juana Inés de la Cruz, Sonetos y endechas, PRI, CEN, Editorial Libros de México, México, 1976,
Sor Juana Inés de la Cruz, Obras escogidas, 12 de noviembre de 1980, DÍA NACIONAL DEL LIBRO. ASOCIACIÓN DE LIBREROS. Presentación de Margarita López Portillo. SEP, Cámara Nacional de la Industria Editorial, ANL, edición no comercial, México, 1980.
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA. Decreto mediante el cual se establece que el día 12 de noviembre de cada año, día en que se conmemora el natalicio de sor juana Inés de la cruz, será dedicado a la divulgación del libro, a nivel nacional
José López portillo, presidente constitucional de los estados unidos mexicanos.., considerando
que la educación dentro del proceso de desarrollo del país es prioritaria;
que el estado mexicano, en el ejercicio de la función educativa, debe fomentar y difundir actividades culturales:
que el gobierno federal ha señalado como uno de los objetivos que orientan su programa educativo el de mejorar la atmósfera cultural;
que para el logro de este objetivo es indispensable la promoción del habito de la buena lectura;
que a fin de lograr una educación cada vez de mejor nivel se dicta el siguiente:
decreto
articulo iº.- el 12 de noviembre de cada año, día en que se conmemora el natalicio de sor juana Inés de la cruz, insigne literata mexicana, será dedicado a la divulgación del libro, a nivel nacional...
Dado en la residencia del Poder Ejecutivo Federal, en México, Distrito Federal, a los treinta y un días del mes de octubre de mil novecientos setenta y nueve. José López Portillo. Rúbrica...

Lívingston Denegre-Vaught Alcocer,
17 de abril de 1995.
en Santa Úrsula, Xitla,
en el Tercer CENTENARIO de la muerte de SOR JUANA.

NOTAS EN EL TEXTO:

(1) Entre ellos José Rogelio Álvarez, académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua correspondiente de la Real Española, quien en la ENCICLOPEDIA DE MÉXICO, pone el nacimiento de Sor Juana en 1648, aunque en el mismo día,
[2]En un mapa original de la Hacienda de Panoayán, dibujado en 1770 por don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, de México, se ve que está al norte de Amecameca. En dicho mapa se lee la siguiente inscripción: “Se dice nació en ella la M. Sor Juana Inés de la Cruz, Religiosa del Convento de San Jerónimo, Décima Musa del P(arnaso),”
[3]Pedro Manuel de Asbaje era originario de Vergara, de la provincia de Guipúzcoa, cerca de Placencia y de Durango. En tal región el hombre se extiende en dos direcciones: hacia el cielo y echa raíces en su tierra. Sor Juana, escribe enigmáticamente Abreu Gómez, aderezó el sueño legendario: el cielo poblado de fantasmas en la mente infantil; el paisaje hermético y el suelo de hierro que se funde para que Juana Inés cincele fantasías y orgullos de la tierra vascuence. Defiende la Vasconia pero sólo por sus abuelos. Nunca oí que se refiriera al padre, en relación con su tierra.
[4]En su famosa Carta a Sor Filotea de la Cruz , Sor Juana se refiere al Bibliorum del Dr. Arce. Señala la cuestión principal que éste se plantea: An liceat feminis sacrorum Bibliorum studio incumbere eaque interpretari? Y se contesta con la frase de Santo Tomás: Mulieris in Ecclesiis taceant, non enim permittiur eis loqui, etcétera. Y esta negativa es la que maneja: el taceant debe aplicarse, por igual a hombres que a mujeres. Querer saber más que Aristóteles o San Agustín es una necedad si yo, hombre o mujer, no poseo el talento de cualquiera de los dos escolásticos.
[5]Las Loas que escribió son alrededor de treinta, la mayoría escrita para halagar a cortesanos. En realidad, son panegíricos.
[6] Sin haber leído el libro de Octavio Paz, supongo que con ese título se refiere a las incesantes presiones de la clerecía para que en vez de pensar se dedicara a rezar; resulta evidente en sus escritos su juvenil y vigorosa resistencia a la influencia ideológica de la iglesia, indocilidad y aguante que menguó cuando la monja entró en la menopausia, derrumbe moral que le llevó ineluctablemente a la triste determinación de abandonar, más tarde, sus estudios, lecturas y escrituras para dedicarse, de lleno, a sus obligaciones administrativas monacales al tiempo en que se tornaba fatalmente mística.
[7]Hasta aquí, Sor Juana hace irónicas reflexiones sobre el hecho de que se prohibiera totalmente a las mujeres intentar interpretar las Santas Escrituras: “sobra de temor y reverencia debida a aquellas Sagradas Letras, para cuya inteligencia yo me conozco tan incapaz y para cuyo manejo soy tan indigna, resonándome siempre en los oídos, con no pequeño horror, aquella amenaza y prohibición del señor a los pecadores como yo: Quare tu enarras iustitias meas et assumiis testamentum meum per os tuum?
[8]Ibid.
[9]ídem. De modo prolijo y minucioso, Sor Juana ha estado arguyendo que ha estudiado las más diversas materias, entre ellas, las religiosas.
[10]Luis de Góngora y Argote (1561.1627) padeció el vicio literario relativo a la expresión o a la forma que se caracterizó por lo amanerado, rebuscado y pedantesco del lenguaje; por la hinchazón y afectación de la frase; por la introducción de muchas palabras nuevas (tomadas preferentemente del latín o del italiano); por lo violento del hipérbaton; por las alusiones mitológicas, históricas y geográficas, no de lo más conocido, sino de lo más recóndito, y por las metáforas extravagantes. En fin, hay falta de sencillez, propiedad y claridad en la expresión. Pero, aunque atacado, influenció la poesía de Quevedo, de Lope de Vega y de los mejores escritores de su época. ¿Cómo no habría de influencia a Sor Juana?
[11]Se trata del arco triunfal con que se recibió al virrey Tomás de la Cerda, conde Paredes y marqués de la Laguna, y a su esposa, María Luisa Manrique de Lara. Esta señora fue “la Divina Lysi” que menciona reiteradamente en sus poemas panegíricos. Fue su protectora.
[12]Sus numerosas poesías se imprimieron en tres tomos; y de ellos el primero se estampó cuatro veces en cuatro años (1689-1692).
[13]Una vez más se arroja lanza en ristre en contra del pobre profesor en Sagradas Escrituras, Dr. Arce, aquel al que primeramente atacó en su prohibición a que las mujeres tocaran públicamente temas eclesiásticos: An liceat feminis... Sobretodo, en cuanto se haya apoyado en la sentencia de Santo Tomás: Mulieris in Eclesiis taceant, non enim permittiur eis loqui. . GUARDEN SILENCIO LAS MUJERES EN ASUNTOS ECLESIÁSTICOS; PUES NO SE LES VAYA A AFLOJAR LAS RIENDAS AQUÍ .
[14]Una vez más hace reiterada invocación a las paternidad espiritual de San Jerónimo. Esta redundancia ideológica va más allá de la situación de las monjas con respecto al santo patrón de su casa. No se me olvida que hay un desposorio muy simbólico En realidad, se sabe, que la novicia renuncia a los lazos familiares en cuanto penetra al convento y que en la mayoría de los casos las doncellas llegan a hacer los votos de castidad en virtud de que son hijas naturales--como resulta en el caso de Juana-- y renuncian al mundo más por obligada necesidad que por vocación religiosa.
[15]Sic.

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